“Avatar 2”, el hundimiento en el agua


Por Luis Enrique Flores

Fotografías: Internet

El éxito de Avatar (2009), película del “titánico” James Cameron, fue un éxito de taquilla, principalmente porque explotó al máximo las nuevas tecnologías visuales y logró un portento para la vista al crear el mundo de Pandora que a casi todos nos cautivó.

No sucedió así con la historia que nos contó aquella vez. Pues, aunque el director de “Terminator” insistía mucho en que el guión fue original, producto de su imaginación “privilegiada”, la realidad lo desmentía, pues el tema del soldado que adopta la nueva cultura a la que debe conquistar ya había sido abordado en la cinematografía al menos en un puñado de películas (“Dunas”, “Danza con lobos”,

“El último samurái”), como lo mencioné en un artículo al respecto. Asimismo, en la historia de la Conquista de México di cuenta del soldado español Gonzalo Guerrero, quien tras naufragar en las costas de Yucatán se adaptó y lo adoptaron los pueblos mayas como uno de ellos. Se casó, tuvo hijos (los primeros mestizos mexicanos) y combatió a los ejércitos españoles, además de otras similitudes entre éste y Jake Sully (Sam Worthington). (Aquí pueden leer dicho artículo: https://www.jornada.com.mx/2012/01/15/sem-luis.html).

A pesar de que la historia que nos cuenta Cameron en “Avatar” no fue producto de su original ingenio, de cierta manera la dimos por buena y la dejamos pasar por las razones arriba expuestas. Sin embargo, la secuela de lo que pretende convertirse en una saga de cinco películas (se ha llegado a decir), intitulada “El camino del agua”, resultó, por decir lo menos, irrelevante.

Esta segunda entrega se siente forzada en todos los sentidos: de entrada, tras el éxito taquillero, Cameron se sintió obligado (más por la ambición que por el deber artístico) en realizar una segunda parte y repetir ese éxito. Visualmente también se percibe esa obligación de superar a su predecesora, y aunque tiene ciertos momentos atinados con nuevos escenarios, carece del elemento sorpresa de la primera y al no tenerlo, pues ya no es algo que le sume a la historia.

Justamente, la trama también es algo que siente forzada. Después del desenlace de la primera parte con la unión de Neytiri (Zoe Saldaña) y Jake Sully y la expulsión de los invasores de regreso a su planeta de origen, lo natural era creer que los soberbios terrícolas no se quedarían con los brazos cruzados y regresaría para vengarse de los bárbaros pandorianos.



El asunto a resolver para James Cameron era cómo habrían de regresar los nuevos intrusos y cuáles serían sus objetivos. Si en la primera parte lo que los terrícolas buscaban era el unobtainium, un mineral valioso. Para esta entrega, las ambiciones van más allá, pues lo que pretenden los humanos es mudarse a Pandora, a pesar de que es un planeta no apto para ellos, por lo que esta nueva avanzada tiene la misión de someter a los nativos.

Pero más importante que esto, resulta que una venganza personal es el eje de conflicto de la película, pues, gracias a la magia de la genética, un avatar del ya olvidado coronel Miles Quaritch (Stephen Lang), aparece para hacerle la vida de cuadritos a Sully, Neytiri y sus hijos. Cameron no confió en crear un nuevo antagonista de peso que tuvo que recurrir a un viejo enemigo al que regresó de la tumba. Díganme si esto no se siente forzado.

Entonces, el sometimiento de los pandorianos y la conquista de territorios pasan a un segundo plano y todo se concentra en viejas rencillas, con el añadido del tema de la familia siempre unida, tanto en las buenas como en las malas, pero que nos aporta gran cosa al conjunto de la historia, pues lo social y lo colectivo del conflicto se diluyen, dando paso a un asunto individual: Jake Sully ya no pelea por todos los clanes de Pandora, ahora sólo lucha por la sobrevivencia de su familia y la propia.

Algo valioso, pero que no funciona para el tipo de película que estamos viendo. Otro elemento que nos fuerza a permanecer sentados por más de tres horas, es el tour que James Cameron nos da por el ambiente marino y submarino de Pandora, muy al estilo de Discovery Channel.

Si bien en la primera entrega, el mundo bioluminiscente del nuevo planeta con su flora y fauna nos quitó el aliento, el escenario acuático de esta segunda parte, ya no sorprende, y no por la inexistencia de cosas novedosas, hablando de seres vivos (aunque una especie de ballena nos remitió inevitablemente a la de Pinocho), sino porque las nuevas plantas y animales quedaron por debajo de lo visto en la cinta anterior. Por eso no se entiende la necedad de aventarnos minutos y minutos de este viaje por las aguas de Pandora. En cierto momento, también la película nos recordó a “Mundo acuático” (1995).

En suma, “Avatar: El camino del agua”, se hunde en las profundidades de la repetición y decepciona que 13 años de espera para, sí, una secuela esperada, hayan sido para muy poco, quedando a deber, sobre todo en argumento y en esa originalidad que Cameron se jacta de presumir. Visualmente, sigue siendo una maravilla, pero al carecer del elemento “novedad”, ya no se valora tanto, además de que no supera lo alcanzado en la primera parte.

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